Cuentan de un sabio,
que un día tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba de unas yerbas que cogía.
¿«Habrá otro», entre sí decía, «más pobre y triste que yo?»
Y cuando el rostro volvió, halló la respuesta,
viendo que iba otro sabio cogiendo las hojas que él arrojó.
Don Pedro Calderón de la Barca
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