Tere (México) Mabel (Colombia)
Esperanza (Colombia)
María Victoria (Colombia)
Anggye (México) Elvia (México)
Lizet (México) Carmen (Perú)
Elvia (México) Laura (México) Aimee (México) Clemen (Chile) Nora (México)
Virginia (Argentina) Tania (México) Thania (México) Mtra Lili (México) Lili(México)
Diana (México) Marthita (México) Ma.Esthela (Colombia) Marilu (México) Ana (México)
Saris (México) Rocío (México) Lupita (México) Lucia (México) Ileana (México) Sara (Vzla)

Y, si, hombres de mi alma, hay cosas que solamente se pueden hacer entre amigas...

Los hombres pasan, las amigas quedan…

A saber: ¿quién de ustedes osaría tener la paciencia de atender por teléfono los sollozos de un amigo desolado por un amor imposible? Claro está que, por ese orgullo de macho y que algunos aprendieron que los hombres no lloran, difícilmente alguno los llame en tal aprieto pero si sucediera, ¿qué? ¿Tendrían la infinita paciencia que tendría una mujer? Ahora bien, si el amigo en cuestión los llama borracho, manera masculina de llorar de los hombres, a lo mejor la cosa cambia un poquito de color y reconsideran antes de mandarlo a la fregada en ese estado o ir a juntar los pedacitos de su colega. Porque segura, que la borrachera es fruto de que una mujer le cortó feamente el rostro. Bueno, para nosotras es costumbre. Sin emborracharnos, lloramos largas noches de insomnio propio y se lo contagiamos a nuestra amiga; que está para escucharnos no importa la hora que sea.

Es a ella, a la amiga a quienes despertamos, en la vez número un millón, y le pedimos (humildemente) si podemos ir a su casa para hablar hasta que amanezca; con tal de no matarlos. Es ella la amiga y solamente ella, por ejemplo, la que nos hace desistir de ponerles un cohete en la cama o de darles un te, al mejor estilo Yiya Murano, (la envenenadora de maridos, su estado habitual era ser una rica viuda), cuando nos enojamos con ellos. Pero claro, como somos damas y sobre todo personas civilizadas, sublimamos, las ganas de proceder a aniquilarlos; hablando del instinto asesino hasta que se nos pase. Y después de todo el odio vomitado, habiendo zamarreando a nuestra amiga para que no se duerma en medio del quinto acto de nuestra desgracias con ustedes, volvemos a casa: cual ángeles, dispuestas a redimirlos y asumiendo que seguimos enamoradas de pies a cabeza de ustedes.
Es ella la amiga y no otra, la que nos convence, que volvamos a casa y encuentra las palabras exactas para entender y demitir de nuestra intención.
La que también nos hace el paro, cuando pedimos por favor, imploramos, rogamos silencio, para concentrarnos para tratar de escribir en computadora y el más chiquito, prende todo sus juguetes a pila y a cuerda al lado de nuestras orejas, la gata maúlla por un gato y su ración de leche y comida que finalmente no come por estar enamorada. Y si, conclusión inevitable: las féminas de cualquier raza somos así: nos enamoramos y no comemos. Y sigue la misión amistosa, invocando nuestra piedad para que no hagamos un asesinato en masa.
La que pasa la noche en vela con nosotras, preparando un millón de té para lo cuál sacudió a todos los tilos que encontró en el vecindario, porque nuestra adolescente empieza a salir y vuelve a la hora que quiere. Y no, precisamente, dentro del horario en que se le ha concedido el permiso. Después de sostenerme toda la noche para que no llame a la policía, ni a los hospitales, rastreando a la malcriada, hace lo posible para que la madre con los nervios hiper destruidos, o sea yo: su amiga del alma, no destroce a su propia sangre de su sangre, su hija. Apenas ésta toque el timbre con su mejor cara de pobre angelito 200 y de “yo no fui” o “fue sin querer queriendo”. Controla mis latidos y me corrobora que hace millones de miles de años que no me tomo la presión y que no sería bueno que mi edad ande enojandome por estas cuestiones del horario de la mocosa, que encima recién empieza. Claro que está de más anticipar, que mi amiga también conoce la ira del padre de mi hija, o sea mi ex, que todavía concibe a la adolescente, jugando a las “barbies” y que si se entera de sus salidas nos aniquila por complot a ambas y a nuestra amiga también dicho sea de paso, a pesar de estar divorciado hace años.
Es inconcebible pensar en una mujer sin su amiga del alma. Novios, esposos, amantes oficiales y de los otros, todos están enterados que una mujer tiene una sombra indeclinable: su mejor amiga. A la que le contamos todo, reverendamente todo y hasta con lujos de detalles, solamente si ella y no otra persona, lo pide.
Las hay mayores, a las cuales les pedimos consejos que a veces seguimos y otras guardamos para no menospreciar la ayuda. Las hay de edades pareja a la nuestra, con esa nos peleamos y reconciliamos todo el tiempo. Y están las más chicas, las que nos piden consejo para hacer precisamente todo lo contrario a lo que le decimos y terminan consultando a la bruja de cabecera. Pero eso sí, no hay mujer que se precie de tal que no cuente en su haber con una o más, amigas del alma, apta para cualquier tipo de confesiones y a cualquier hora.

Y a qué no saben, mis estimados masculinos, todo lo que hacemos para no matarlos a ustedes porque entre nosotras: ¡que ganas de hacerlo!, de vez en cuando. Bueno, pues, llamamos a la misma amiga, de la cual ustedes se ponen extremadamente celosos como si se pudiera hacer otra actividad con ellas que no sea charlar, charlar, hablar, sollozar y todo por ustedes.



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