Tal como si te vieras en una gran multitud, en la cual participas, observas a los que pasan, junto a ti en la caminata, es natural que te enternezcas, ante los que se presentan infortunados y enfermos, los tristes y los débiles, los cansados y los olvidados, te arrancan melodías de ternura de las cuerdas del corazón.
Entre tanto, no silencies esa música del alma ante aquellos otros que parezcan felices.
Muchas veces te preguntas, por que pasan tantos de ellos como si no vieran el sufrimiento de los semejantes, como si andubieran bajo la hipnosis del lujo y del placer.
Con todo no te precipites en los espinos de la censura.
En muchas ocaciones, el hombre que se te adelanta en el camino, en la posición de comandante de la fortuna, trae el cerebro ardiendo por aflicciones que no conseguirías soportar; otro que te parece perdulario, casi siempre es un enfermo buscando la fuga de si mismo; otro que avanza recogiendo condecoraciones y medallas por los recursos que consiguió atesorar, frecuentemente es un mendigo de amor, relegado a la soledad; la mujer que observaste ricamente trajeada, acostumbra ocultar en el pecho enorme represa de lágrimas que no consiguen brotar; y aquella otra que se revela como exponenete de la belleza y del poder, muchas veces, transporta una cruz de hiel dentro del corazón.
No critique ni hieras a criatura alguna.
en la tierra y fuera de la tierra, integramos la inmensa caravana que avanza hacia adelante sin parar.
No repruebes a nadie.
Todos somos viajeros en el camino de la vida, necesitamos de mutuo auxilio y todos andamos con sed de comprensión y hambre de Dios.


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